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EDUCACIÓN INNOVADORA EN CASA: FUNDAMENTAL PARA UN FUTURO LABORAL COMPETITIVO

El rezago educativo en México exige una innovación educativa con herramientas para enfrentar el entorno laboral.

México arrastra déficits educativos que, en buena medida, se deben a que los modelos de aprendizaje que resultan anacrónicos para el panorama laboral y económico actual, coinciden expertos. Sin embargo, una educación innovadora que trasciende las aulas es fundamental para el empoderamiento de los estudiantes y su preparación para un futuro laboral competitivo.

El Foro Económico Mundial en su informe Nueva visión para la educación (2016) señala que, “para prosperar en una economía movida por la innovación, los trabajadores requieren un surtido diferente de habilidades que en el pasado. Además de las habilidades básicas como alfabetización y habilidad con los números, deben tener destrezas como la colaboración, la creatividad y la resolución de problemas, y también cualidades de carácter, como persistencia, curiosidad e iniciativa”.

En México prevalece un rezago en educación, de acuerdo a los resultados obtenidos en pruebas estandarizadas internacionales como Escale, Serce y Terce, Planea-Elsen y Pisa. En el caso de Pisa en 2015, los resultados mostraron que en el área de ciencias, 47.8% de los alumnos de 15 años que cursaba el último año de secundaria o el primero de bachillerato no contaba con los conocimientos y habilidades para desempeñar las tareas más básicas, según señaló el estudio Panorama educativo de México, del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE).

Ante esa situación, expertos en educación coinciden en que la familia es parte fundamental para ayudar a los estudiantes a enfrentar las nuevas condiciones profesionales, en las que el 47% del empleo total está en situación de alto riesgo, debido a procesos como la automatización y la inteligencia artificial, de acuerdo con datos de la Universidad de Oxford.

Rodrigo Assael, director de Pinion Education, consultora en metodologías educativas para colegios de nivel básico a medio superior, afirma que un buen proceso de formación consiste en que los padres y madres apoyen el desarrollo del pensamiento crítico en sus hijos, para que tengan la capacidad de analizar su entorno, identificar sus problemas y proponer soluciones.

El especialista explica que lo que pueden hacer los miembros de la familia es conversar con los niños acerca de cómo funciona su entorno social, qué les gusta, qué les molesta, y reflexionar, mediante el diálogo, cómo se puede mejorar las cosas. Esta práctica se puede realizar casi en cualquier momento.

En esos intercambios familiares es muy importante la aceptación de que los adultos no tienen toda la razón ni la verdad absoluta, además de otro aspecto fundamental: considerar al error como parte esencial y positiva del proceso de aprendizaje. De otra forma, cuando hay una respuesta cerrada, “pues ya está: no hay nada más que hacer ni decir y se acaba la conversación y el descubrimiento”, afirma Assael.

Otro asunto importante es que los papás no sustituyan a los infantes en la realización de sus labores, ya que, menciona Assael, “no existe mejor escuela de aprendizaje que aprender haciendo”. Añade: “Cuando el niño hace las cosas, al principio no le saldrán bien ni rápido, pero poco a poco va a aprender a hacer lo que sea. Lo importante es que vamos a empoderarlo, a lograr que se sepa capaz de aprender, de hacer, de crear y de transformar su entorno. Esto es vital”.

Gracias a los procesos antes descritos es que se puede generar el tipo de mentalidad que el menor va a necesitar en el futuro.

Este proceso educativo debe ser un trabajo en equipo compartido por la familia y la escuela. Pero los padres continúan siendo la influencia más fuerte que puede tener, por lo que éstos deben asumir plenamente su compromiso educativo.

Por su parte, Patricia de la Fuente, especialista en desarrollo infantil y directora de Servicios Educativos para el Desarrollo Infantil (SEDI) menciona que el ritmo en el que vivimos en la actualidad nos ha obligado a poner en segundo plano la convivencia familiar, menospreciando el aprendizaje que un niño adquiere en el interior del hogar y que es fundamental para su futuro.

Una estrategia clave en este sentido es la planeación que los papás deben procurar para crear espacios de interacción positiva y propositiva con los niños, ya que este clima favorecerá vínculos afectivos donde es más fácil que prospere la confianza entre ellos.

“Esta tarea deja de ser un “imposible” cuando se opta por capitalizar las horas en familia como una oportunidad de compartirles lo mejor de nosotros, promoviendo buenos hábitos siempre basados en conceptos sencillos pero contundentes, que vayan aterrizando de manera práctica los valores fundamentales de respeto, confianza y amabilidad que poco a poco darán estructura a su formación humana”, concluyó.

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